Pa' no dejársela a la muerte

domingo, octubre 10, 2004

Camino Diego de Lozada

Esta vez no tomé fotos, lástima... el paisaje otra vez lo decía todo y yo de nuevo sin palabras, como de costumbre. Todo comenzó desde la estación de metro Las Adjuntas, pero en realidad mi aventura inició al cruzar más allá de La Paz por primera vez...cerámicas nuevas, estaciones con más o menos gente, de las que dejan o no entrar la luz del sol y al final esa estación que es como una especie de cementerio de elefantes donde los vagones muertos realizan su viaje eterno. Con cerro de lado y lado y observando la cruda realidad de nuestra Caracas como una más de ellos, emprendimos la subida en jeep cruzando por el barrio Corral de Piedras, para finalizar en el barrio Los Mujicas donde la gente hacía fila, descalza, para esperar a los atléticos muchachos del camíon que transporta las bombonas de gas. Allí en ese punto comenzó la aventura del día...
Este camino es el conocido como el Camino de los Españoles II o camino Diego de Lozada, usado por los "conquistadores" para abordar al valle de Caracas desde Aragua...no es gran cosa lo que se ve, pero el hecho de conquistar una montaña tras otra y alcanzar la cima para observar esa majestuosa vista, bien vale la pena el esfuerzo. El ascenso lo comenzamos a las 8:30 am y luego de dejar atrás los últimos ranchos del barrio todo el resto fue verde, azul y terracota....en el camino, descubrí que lo mejor es hidratarse cada media hora para mejorar el rendimiento pero la primera hora es mejor no tomar agua ni detenerse. Enrumbados hacia el parque nacional Macarao, el cual se distinguía como un cúmulo de árboles verde oscuro dentro de los valles que cruzábamos, aceleramos el paso cantando lo que se nos ocurría y burlándonos del cansancio como mejor podíamos. Lo que más me gusta de estos paseos, sobre todo de este, es saber que son lugares poco visitados, limpios, donde si uno escucha muy muy atento se puede oír hablar a la naturaleza. Hoy, sin lugar a dudas, pienso que esta es la mejor forma de conectarte contigo mismo y aprender de la perfecta creación.

Al entrar al parque la vegetación cambió por completo, y el bosque terminó por arropar más o menos una hora de camino...salimos y paramos a desayunar a eso de las 10:30 am...en el grupo estaban Douglas (el instructor de yoga), Maritza una doctora como de casi 50 años; Said y su hermana Mayerling, dos niños de 14 y 16; Nancy una profesora de biología que es demasiado cómica y ocurrente; Inés, una señora de cuarenta que es un ángel y yo...la niña de los ti'seis. Las paradas eran cortas, porque la idea era hacer el recorrido en el menor tiempo posible como parte del entrenamiento al que se está sometiendo el grupo de yoga que irá a conquistar la cima del Roraima en diciembre, si dios quiere.

Seguimos ...y el azul, verde y terracota eran vistados de vez en cuando por algunas mariposas revoltosas, únicas compañeras de "conquista"...Llegamos a La encruzijada, donde el camino se dividía para seguir o a Los Teques (bajada) o al Jarillo...seguimos por el más difícil, la subida, hasta alcanzar el parque nacional La Culebra, entramos por la cola...y allí entre pinos y ya a eso de la 1:00 pm nos sentamos a almorzar.

Exhaustos, pero con el ánimo que rozaba las nubes, continuamos el camino que fue más tranquilo para todos: vimos tres ciclistas de alto rendimiento (ellos toman esa ruta por San Diego); un cangrejo al que decidimos ponerle Sebastián y quitarlo de la mitad del camino para que no lo pisaran; un pájaro carpintero que descubrí in fraganti abriendo huecos y varios pajaritos buscando refugio...uno de los ciclistas, cuando faltaba hora y media de camino, nos indicó cuál era el postre que nos esperaba...una bajada que atravesamos como viendo la gloria y una última subida que "nos comimos" como en ocho minutos para salir al Barniz y ver la primera camioneta que nos devolvió a la civilización, luego de haber caminado 30 km y ser bienvenidos por un perro gigante que llamamos Pinky y un simpático guardia.

Como a media hora de camino por la carretera, estaba Pozo de Rosa, el destino final...pero el palo de agua, la neblina y un perro bravo al que no le pusimos nombre y que echó a correr furioso apenas nos vió...me obligó a sacarle la mano a la camioneta del sr. Jesús, quien desconfió (por el gentío) pero que conmovido por la lluvia abrió las puertas de su Wagonear...mojadas pero felices, fuimos por un buen café caliente y la camioneta que nos llevó hasta Los Teques, todavía con ánimos de hacer relajo, bailar y limpiar vidrios al ritmo del reguetón.